Observa el rebaño que paciendo pasa ante ti: no sabe qué significa el ayer
ni el hoy, salta de un lado para otro, come, descansa, digiere, salta de nuevo, y
así de la mañana a la noche y día tras día, atado estrechamente, con su placer o
dolor, al poste del momento y sin conocer, por esta razón, la tristeza ni el hastío.
Es un espectáculo difícil de comprender para el hombre -pues este se jacta de su
humana condición frente a los animales y, sin embargo, contempla con envidia la
felicidad de estos-, porque él no quiere más que eso, vivir, como el animal, sin
hartazgo y sin dolor.
Pero lo pretende en vano, porque no lo quiere como el
animal. El hombre pregunta acaso al animal: ¿por qué no me hablas de tu
felicidad y te limitas a mirarme? El animal quisiera responder y decirle: esto pasa
porque yo siempre olvido lo que iba a decir -pero de repente olvidó también esta
respuesta y calló: de modo que el hombre se quedó asombrado.
Nietzsche
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